jueves, 18 de octubre de 2012

Condenen o maten, pero no demoren


  
Si el General Menéndez demora una condena anunciada y la sangrienta satisfacción que de ella emana, debe morir, aunque sea en un hospital de cuarta.

Por José Luis Milia

El General Luciano Benjamín Menéndez ha sido trasladado, pese a su grave estado de salud, al penal de Ezeiza. Quizás los jueces del TOF de La Rioja crean que el penal cuenta con un hospital de máxima complejidad, que el General- al igual que el General Saint Jean, que en paz descanse-  será mejor atendido allí que en cualquier otro lugar y que una vez repuesto podrá enfrentar en La Rioja- lugar a mil ciento setenta y cuatro kms. de Ezeiza al que será llevado en una camioneta de asientos de madera del SPF- el juicio tantas veces pospuesto. Juicio que podría llevar a los muchachos del TOF de La Rioja a ocupar un lugar entre las estrellas refulgentes de esa entelequia llamada justicia argentina.

La verdad es otra, salvo el último párrafo que habla de la ansiedad de los jueces del TOF por acceder al estrellato; ansiedad tal que antes el Habeas Corpus presentado por el Defensor Oficial del General Menéndez, el juez se declaró incompetente para resolverlo. No lo deniega, se borra- cometiendo una aberración jurídica- y poniendo en evidencia lo que ya todos los argentinos saben, la pertinaz falta de cojones que sufre la  judicatura argentina.

La verdad, lisa y llana es que al haberse demorado tanto el juicio, estos lacayos togados ven escaparse de sus manos honores y haciendas, dividendos que recibirían por entregar su honra dictando una sentencia en la que ni siquiera ellos creen. Es así que es el General Menéndez quien demora la venganza, es él quien por su estado de salud no permite a las hordas juntadas ad hoc expresarse en su rastrera represalia de murga, ni que se apiñen tres o cuatro arpías de cabezas empañaladas a expresar su rabia.

Hace tiempo que estos juicios llamados pomposamente por algunos de “la verdad y la memoria”- cuando de verdad tienen poco, la memoria es nula o parcializada y están ahítos de revancha- dejaron de ser creíbles para muchos. Hoy no son otra cosa que trágicas bufonadas que serán el embrión de más enfrentamientos entre argentinos, pero tienen la decisión tomada que nada debe demorar las sentencias a dictar contra los integrantes de las FF.AA. y FF.SS. Sentencias que fueron escritas el día que una pareja de presuntos abogados- abogados que jamás hicieron un habeas corpus por algún desaparecido y que nunca, en los años de plomo, acercaron una firma a alguna solicitada política pues estaban ocupados en salvar su resuello y en hacer negocios que se armaban al cobijo de una ley del proceso- descubrieron que cualquiera que carezca de moral y de conciencia mientras se envuelva en una aureola de izquierdismo en la Argentina puede hacer cualquier cosa, sea contra las personas, sea contra los códigos, sea contra la Constitución.

Como la situación política se deteriora rápidamente, como mantener la ficción de integridad de estos tribunales es cada día más difícil, como el uso y abuso de testigos de ocasión ya ha rebasado los límites no escritos que la indecencia leguleya suele poner, ha empezado una carrera para terminar con presteza toda causa iniciada y poder incoar otras antes de la debacle anunciada.

Esta es la realidad. Desde hace nueve años sabemos que no hay derechos humanos para un militar. Si el General Menéndez demora una condena anunciada y la sangrienta satisfacción que de ella emana, debe morir, aunque sea en un hospital de cuarta.