sábado, 26 de julio de 2008

Pasaron revista y Menéndez dijo presente

El general, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, fue levantado a las 6.45 con el toque de la diana.
Escribe Miguel Durán
mduran@lavozdelinterior.com.ar

El viento dibuja remolinos de tierra que todo lo cubren en el complejo penitenciario de Bouwer. Son las 11.15 del viernes 25 de julio, cuando el automóvil gris pasa por el puesto de guardia para regresar a Córdoba. El conductor viste de civil, pero el acompañante semicalvo, morocho y de bigotes tiene puesto un uniforme militar de combate. La misión del hombre del Ejército había concluido. Acababa de entregar las pertenencias personales que Luciano Benjamín Menéndez había dejado en dependencias del Tercer Cuerpo.

El represor condenado a prisión perpetua por el Tribunal Oral Federal N°1 recibió algunas prendas, elementos de higiene personal y los medicamentos que toma diariamente.

A las 6.45 de ayer, como todos los días, tocaron la diana y simultáneamente se abrieron los calabozos. “Luciano Benjamín Menéndez”, se escuchó. “Presente”, fue la respuesta. Uno a uno, el hombre que a las 7 pasa lista, fue nombrando a los condenados por crímenes de lesa humanidad.

Como un preso más, el otrora poderoso general dueño de la vida y la muerte en Córdoba recibió la tira de pan. También los otros sentenciados a perpetuidad, Luis Alberto Manzanelli, Carlos Alberto Díaz, Oreste Valentín Padován y Ricardo Alberto Ramón Lardone, y los que recibieron 22 años, Hermes Oscar Rodríguez y Jorge Acosta. El octavo en discordia, Carlos Alberto Vega, recibió la trincha de pan apoyado en su bastón. “Anoche cuando llegó tuvimos que bajarlo entre tres”, recordó un guardiacárcel que estuvo en la recepción de los nuevos internos.

Pelo y barba. Los ocho condenados ingresaron al penal a las 19.40 del jueves. A Menéndez, Vega y a Padován les secuestraron las corbatas. A Rodríguez, además de la corbata, le sacaron la bufanda. A todos les quitaron los cintos.

“Imagínese si uno de éstos se nos cuelga, nos cuelgan a todos”, susurró un penitenciario mientras el periodista esperaba para ingresar al despacho del jefe de la cárcel. El alcaide mayor Juan Carlos Ramallo permanecía reunido con el director del Servicio Penitenciario de Córdoba (SPC), Juan María Bouvier, y el abogado Raúl Pino, del Ministerio de Justicia de la provincia.

Una vez que los ocho condenados fueron despojados de las corbatas y cinturones, más de uno de ellos habrá recordado la “bienvenida” que les daban a los soldados nuevos cuando el servicio militar era obligatorio. El que más lo debe haber sentido fue el ex capitán Acosta, quien durante todo el juicio estuvo con pelo largo y tupida barba, el mismo camuflaje utilizado durante la dictadura para infiltrarse y entregar o torturar gente. La máquina triple cero lo rapó al ras y segundos después tenía la cara lisa. A todos los que tenían el cabello algo largo los pelaron.

“Puchero chico”. El jueves a las 17.30, Ramallo ya sabía que tendría “nuevos huéspedes” y, previendo que llegarían tarde, les guardó unas raciones de “puchero chico” (sopa con verduras y pequeños trozos de carne). Todos cenaron y después de la sobremesa se fueron a sus celdas individuales. A las 23 se cerraron las celdas y se apagaron las luces.

Por la mañana, a las 8.30, después de recibir la tira de pan (son cuatro bollos que tienen para todo el día) tomaron el mate cocido con leche. Lo mismo se les sirve a las 15.30, horario de la merienda.

A las 12.30 almorzaron un guiso de fideos con lentejas. Curiosamente, las comidas que recibirán los ex militares son las mismas que les servían a los colimbas. “A la noche, puede ser un guiso, polenta o puchero chico. Ese es el menú para todos los internos. Acá no hay privilegios para nadie”, aseguró Ramallo.

Menéndez y sus ex subordinados están alojados en el módulo MD-2 que alberga a 590 presidiarios procesados o sin condena firme, además de algunas excepciones, como el ya condenado ex fiscal Gustavo Nievas. “Al fiscal, por más que cometió delitos, no lo podemos poner con los otros condenados porque entre ellos hay internos que están acá porque él los imputó. Es por su seguridad”, explicó Ramallo.

–¿Pueden tener celular, televisor, radio...?
–Acá no hay privilegios. No pueden tener celular, está el salón común a todos, donde hay un teléfono público que funciona con tarjeta o monedas. Ahí tienen un televisor y una heladera.

–¿Cómo es la celda y qué pueden tener adentro?
–Las celdas son iguales en todo el complejo penitenciario. Tienen una cama (que también es usada a modo de silla), una mesa pequeña, una alacena de un metro por un metro con tres estantes, un inodoro y una pileta. Lo único que pueden tener es ropa, no más de seis de cada una, elementos de higiene personal, material de lectura y de escritura.

–Si no quieren el menú de la cárcel, ¿pueden recibir comida de sus familiares?


–De ninguna manera. Sólo pueden comer otra comida los días de visita que son de jueves a domingo desde las 8 a las 17. Es un día a la semana y los turnos son rotativos por módulos. Sólo pueden recibir seis visitas juntas, si viene un séptimo, alguno de los otros tendría que dejarle el lugar. Volviendo a la comida. Supongamos que la familia trae un pollo con papas. Si no lo comen todo se tienen que llevar las sobras, a la celda no puede entrar ni una pata. Lo que sí le pueden dejar es un poco de fiambre.

Los ocho condenados están aislados del resto. Tienen de “vecinos”, entre otros, además del ya mencionado Nievas, a los imputados por el fraude al Registro de la Propiedad y a Esteban Calafell, cuya extradición es reclamada por Estados Unidos para juzgarlo por homicidio.

Una versión indicaba que Menéndez y compañía tendrían visitas los días miércoles para que sus familias no tuvieran contacto con los visitantes de los otros internos.

El director del SPC, Juan María Bouvier, admitió que el próximo miércoles tendrán la primera visita, pero después será el mismo régimen que el resto de la población penitenciaria.

Como ocurre cuando ingresa un preso a Bouwer, sus familiares deberán demostrar el parentesco para obtener un carné que se les exige a las visitas.

“En caso de que no se trate de la esposa, sino de la concubina, ésta deberá demostrar cada seis meses que no está enferma para poder renovar el carné”, comentó Ramallo.

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Cuando el periodista abandonó el penal, no se veía por el viento y la tierra. Era, como vulgarmente se dice “el peor de los días”. Al menos para Menéndez y sus seguidores, seguramente que lo fue.

Fuente La Voz – Córdoba

1 comentario:

MOVIMIENTOAR dijo...

Señor General Don Luciano Benjamín Menéndez:
Lamentamos mucho lo que hicieron con Ud.
Ud fué un gran soldado y es un gran Jefe, a quén siempre admiramos y admiraremos por su hombría de bien.
Le pedimos que reciba nuestros saludos y acompañamiento espiritual en estos momentos tan difíciles.
En Nuestro Señor, María Reina y la Patria, un gran abrazo.
Movimiento Acción Restauradora.
movimientoar@yahoo.com.ar
http://movimiento-accion-restauradora.blogspot.com/