viernes, 2 de marzo de 2018

"MUCHOS SE VAN A PONER FELICES CON MI MUERTE"

Un pendeperiodista, atrevido e irrespetuoso como todos los zurdos, tuvo el honor de sentarse junto al General con la excusa de "hacerle un reportaje" mientras se ponía en escena una de las tantas parodias judiciales que debió padecer este hombre noble e íntegro a quien cariñosamente apodaban "el cachorro". Para los terroristas y sus familiares era "el chacal" o " la hiena de La Perla" porque fue uno de los hombres que se pusieron al frente en la lucha contra la subversión criminal que se desataba en nuestra Patria hace 40 años atrás.

El General soportando las infamias en un pseudo juicio en Córdoba.


Vamos al libelo en cuestión:




"Entre los acusados hubo una mujer: Mirta Graciela Antón, alias la Cuca, imputada en 211 delitos: 73 privaciones ilegítimas de la libertad agravadas por el hecho de ser policía, 76 imposiciones de tormentos agravadas, 56 homicidios calificados, dos imposiciones de tormentos seguidos de muerte, una tentativa de homicidio calificado y tres abusos deshonestos agravados.

El 5 de agosto de 2014 entrevisté a Antón en ese pasillo sórdido. Ni bien entré vi a algunos hombres dormidos, roncando. Uno babeaba, cabeceando de sueño. Otro fumaba a escondidas de los dos policías que custodiaban.

El lugar tenía la atmósfera de un geriátrico, pero con una carga incluso más siniestra: la espera inútil, el silencio incómodo, el aburrimiento".


Mirta Graciela Antón, prisionera política

"El sol daba de lleno en el pasillo, y las ventanas permanecían cerradas, de modo que, aunque era invierno, el clima era asfixiante. En esas horas agobiantes que pasé en ese lugar había una puerta cerrada. De vez en cuando algún represor o abogado golpeaba para entrar. Le pregunté a Antón quién estaba ahí adentro.

- El General.

–¿Quién?

- ¡El General Luciano Benjamín Menéndez! Viene siempre. Pobrecito, está en una sala porque anda mal de salud. Le toman la presión, le dan agua. Está aparte.

- ¿No habla con ustedes?

- Sí, es un encanto. Un ca-ba-lle-ro. Vení que te lo voy a presentar (dice inocentemente la prisionera política creyendo que el cagatintas rojo valoraría dicho encuentro)


Una señora rubia y robusta pariente uno de los prisioneros dice:

- El general es el único prócer que nos queda. Es nuestro San Martín.

Menéndez sonrió, pero su sonrisa parecía un gesto de dolor.

- Sé que voy a morir en la trinchera, como murió Videla. No lo extraño, porque los viejos nos endurecemos. Este país se parece a Venezuela y a Cuba. A eso nos llevaron los marxistas. Hay que reconocer que los peronistas son hábiles. Se odian, se matan, se humillan, pero tienen la destreza de unirse y ganar siempre. No me gustan Scioli ni Massa ni Macri. Pero si tengo que elegir, me quedo con Macri. Los tres son flojitos, pero al menos Macri no es peronista. Pero dije demasiado, ya no doy entrevistas. Estoy con mis memorias, pero no me dan tiempo a terminarlas.

Antón lo ayudó a sentarse, le ofreció un vaso de agua y lo abrazó. Antes de irme, Menéndez me dio la mano y me dijo:

- Gracias, m'hijo, por la visita." (Lo saludó el General engañado por este lobo con piel de oveja que sólo se acercó a él para escribir su panfleto difamatorio y cargado de ideología "políticamente correcta").

Finaliza su repugnante "escrito" diciendo:



"Volví de Córdoba con una carga pesada. De hecho al día siguiente de mi última visita al "corral de los Dinosaurios(1)" me desmayé. "¿Le pasó algo estos días?", me preguntó el médico. Le dije que estaba estresado.

Durante unos días me reproché haberle dado la mano a uno de los hombres más perversos de la historia argentina. Había entrevistado a los peores asesinos más emblemáticos, desde Carlos Eduardo Robledo Puch a Arquímedes Rafael Puccio, pero en la mirada de Menéndez parecía condensarse todo el horror del mundo".


(1): Denominación que dan los zurdos al lugar donde mantienen cautivos a los ancianos prisioneros políticos.

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